Realizar un ejercicio de visión, lleva implícito el deseo de conseguir algo o llegar a ser algo de una forma concreta. Pues bien, de eso se trata. De visionar, por un momento, qué tipo de país heredarán las nuevas generaciones y, de este modo, intentar entre todos encontrar el camino para construirlo.
Me gustaría visionar, para un futuro cercano, un país donde la educación primaria, secundaria y universitaria incorporase la capacidad y actitud de emprender como asignatura básica, fomentando desde edades tempranas, la iniciativa y la inquietud emprendedora en el sentido más amplio de la palabra. Huyamos de la percepción más simple que clasifica al emprendedor como el que apuesta por un nuevo negocio, e intentemos convertir en héroe nacional a toda persona capaz de generar cambios, de arriesgar en la puesta en marcha de proyectos, ya sean culturales, intelectuales, artísticos, científicos, sociales o empresariales, con el fin último de contribuir a la creación de valor para su entorno.
Un país donde las empresas, especialmente las empresas nacionales, se sintieran apoyadas por las instituciones y reconocidas por su capacidad para generar riqueza y promover el crecimiento económico y el desarrollo social. Un país donde la capacidad innovadora fuera valorada por la sociedad, más allá de retóricas repletas de lugares comunes y ejercicios voluntaristas basados en buenas intenciones pero carentes de un compromiso real. Un país con un ecosistema propicio, en un entorno donde el esfuerzo innovador, la inversión en la generación de nuevos productos y el riesgo que asumen las empresas fueran reconocidos y apreciados en su justa medida.
Un país en el que la colaboración fuera vista como la mejor manera de combinar talento, experiencia y capacidad en un engranaje que proporcione beneficios para todos, sin que nadie tenga que perder para que alguno gane. Se trata de aunar esfuerzos, sumando compromisos de todas las partes: agentes sociales, gobernantes, políticos, empresarios, ciudadanos y sociedad en general, que quieran compartir un proyecto, un país, para superar los enormes retos a los que nos enfrentamos. En definitiva, debemos entre todos, reforzar aquello que nos une, que es mucho más que lo que nos separa, y que nos permitirá avanzar.
Podría enumerar muchos otros deseos para ese futuro que me gustaría vislumbrar cercano, pero la realidad se impone y para iniciar el camino hacia él debemos dejar de lamentarnos por la crisis que nuestro país vive y empezar a construir en positivo.
Es el momento de actuar, de generar alianzas, de formalizar pactos que permitan sumar las habilidades individuales en favor de la sostenibilidad, del progreso y avance de nuestra sociedad, para que nuestros hijos reciban en herencia un país más próspero y más competitivo, en definitiva, un país emprendedor.
OPINIÓN: No está demás reflexionar acerca de las condiciones del país donde vivimos en cuanto a la educación básica. Ni tampoco visualizar las condiciones que nos esperan en el futuro sino hacemos en el presente por desarrollar habilidades que forjen nuestra educación y nos capaciten para colaborar en el crecimiento de nuestro país. Lo que debemos de ponernos como meta es obtener “Un país en el que la colaboración sea vista como la mejor manera de combinar talento, experiencia y capacidad en un engranaje que proporcione beneficios para todos, sin que nadie tenga que perder para que alguno gane”, lo cual se logra mediante una educación digna.
FUENTE: Antoni Esteve, ¿Qué país queremos para nuestros hijos? recuperado el 06/09/2010, de http://www.elpais.com/articulo/opinion/pais/queremos/hijos/elpepiopi/20100706elpepiopi_13/Tes
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